viernes, 18 de febrero de 2011

Una de las peores sensaciones en la vida, debe ser sentir que te mintieron, que te mintieron y lo sabias, pero no saber si te estan mintiendo y no tener certezas, es diez mil veces peor. La inseguridad te consume, la paranoia te acompaña a todos los lugares a los que vas. Te convertis en un ser posesivo, en una cosa deficil de definir. Hasta empezas a disfrutar todo esto, te empezas a acostumbrar. Tenes la positividad para creer que mañana termina, y todo va a ser perfecto, como antes, cuando estabas incompletamente bien. Cuando te faltaba ese complemento para el bienestar, ese complemento letal que puede estar matandote y vas a seguir elegiendolo.
Y entonces respiras, porque nada es tan grave como para dejar de hacerlo. Y entonces te das cuenta que respiras diferente, como si tuvieras algo clavado, incrustado, perdido, en lo mas profundo de vos, algo que te moviliza y que si no estuviese: todo sería perfectamente incípido. Y entonces entendes que la primera lagrima no fue nada en comparacion a la segunda. Pero aparece la tercera y ahora te confundis. La tercera duele más que la segunda, y la primera parece ridícula, estúpida. Extrañamente te duele la brutalidad de esa costumbre idiota, masoquista y enfermiza, que te calma con toda contradicción. Entonces lo sollozos te hacen parecer fragil, porque estas en un estado de perturbación tan intenso que te impide distinguir la tristeza del odio, la inseguridad de los celos, las ilusiones de los delirios, las utopias y las situaciones contrautópicas.
Entendes que basicamente estas perdiendo el tiempo, perdiendo el tiempo de la manera más linda, adictiva, pero extraña, y perdiéndolo en fin. Comprendes que actuaste como un drogadicto, un drogadicto a lo más sano y maligno en el mismo sentido, al mismo tiempo. Sabes, ahora sabes, que lloraste en vano, o por lo menos eso supones ahora que una solo palabra suya te calmo y te hizo feliz.
Y ahora lo más dificil, complejo, extraño, extraño, extraño: queres, amas, amas. te encanta.

lunes, 7 de febrero de 2011

Pueden cambiar un millón de cosas, pero la personalidad está en uno, las preferencias, el destino. Somos el medio que justificará el fin.